Habitar la calle no es fácil. La noche, el frio, las drogas, la soledad y el hambre son sin duda una de las principales falencias de todo aquel que en algún minuto “decidió” o la vida lo llevó a vivir (sobre vivir) bajo un puente, en una banca de un hospital o en una plaza de cualquier parte de nuestro país.
Las políticas sociales con el paso de los años se han ido haciendo cargo de los indigentes de nuestro país, sin embargo los esfuerzos no han sido suficientes. De hecho, en Chile sólo se ha realizado un único Catastro Nacional de Situación de Calle en el 2005 que entrega un escenario general y no soluciones tangibles y realizables.
De las más de 3.600 personas indigentes de nuestro país, más de la mitad partió en la calle antes de los 9 años. Muchos ya han sido padres antes de cumplir la mayoría edad, son drogadictos debido a las circunstancias, ya que el Tolueno (droga barata, de fácil acceso y sin castigo penal) les quita el hambre y el frio, los primeros “demonios de la calle”, como un par de niños de Caleta Recoleta se refiere a ellos.
“La ley de la selva” menciona NLL. Vive en la calle desde los 6 años, queriendo salir de la población en donde vive toda su familia, arrancando de los Hogares de Sename y eligiendo vivir en las caletas del Río Mapocho y hacer de su casa un colchón húmedo y un par de frazadas. Hacer de su familia a otros 15 menores que llegaron igual que él arrancado de malos tratos, de las drogas, de la pobreza y de los abusos. El más fuerte sobrevive, el más choro sale de la cana, el más angustiado tiene los brazos llenos de heridas.
Con los ojos idos después de haber consumido toda la noche tolueno, YS con 7 meses de embarazo sube por el Puente del Arzobispo para pedir dinero, comprar algo para comer o muchas veces, volver a consumir droga. Su pareja, con sólo 2 años más que ella, sube más lúcido, menos dependiente. Pareciera que aún, ninguno de los dos logra entender lo que les va a tocar vivir.
YS Y IP, dos jóvenes en situación de calle han vivido todo juntos, desde el consumo de drogas, el hambre, el frio, la angustia, peleas, repetitivas separaciones, violencia de pareja y ahora, un embarazo. YS sin embargo, ha encontrado en Facebook un espacio para pedir perdón, para enamorarse, para desahogarse, para re – encontrarse. En Mayo del 2009 se hizo una cuenta en esta red social, sin saber en qué se convertiría para ella.
Desde ese minuto internet pasó a ser su mensajero, tal como ella lo explica. Le pide perdón a su mamá que está en la correccional de Santiago, duda de la paternidad de su hija, termina con su pareja IP y se toma fotos en los cibercafé de providencia y recoleta enviando mensajes “a la selva”, como ella llama al mundo completo.
Su mamá por otro lado, etiqueta foto de sus hermanos, le envía mensajes de que se cuide. Hoy YS ya no junta dinero para consumir tolueno, hoy los 200 pesos diarios son para estar 15 minutos internet comunicarse con la gente que la ayuda, los educadores de un par de fundaciones, dedicarle videos a su pareja, contar que ama a su hija que está por nacer y darse a conocer como la más “chora” de la calle. Pero aún así nadie se podría imaginar que ella vive bajo un puente desde los 7 años, porque se “mueve” internet como si le fuera absolutamente natural. Ella asegura que sólo existe gracias a Facebook, que en ese espacio ella encontró el amor que su familia nunca fue capaz de entregarle, ni que ningún sistema de protección social fue capaz de de contener.
¿Es hora ya de hacer el segundo catastro de situación de calle en Chile? ¿Es minuto de cambiar las variable de medición de la indigencia? ¿YS, NLL, IP y sus 15 amigos de internet que también viven en la calle, son menos pobres por ser parte del mundo digital? ¿Qué les entrega este espacio que muchos prefieren dejar de consumir para poder “conectarse?
Ma. Paz Palacios – @pazpalacios